17 dezembro 2008
ENCAIXE DE CAMARIÑAS
Seleccionada para participar en la "XIX MOSTRA DO ENCAIXE DE CAMARIÑAS"cuatro estilismos de mujer que incorporando este tipo de ENCAIXE tan prestigioso en
nuestro pais, desfilarán en la semana de la muestra del encaixe que se celebrará en la localidad de Camariñas del 8 al 12 de abril del 2009, allí nos veremos!!!!
También quiero con esta entrada ayudar a una chica Cameron E. Hardesty, que se ha puesto en contacto conmigo y quería información a cerca de los encaixes galegos, espero ayudarte con esta pequeña historia. :)
Historia del Encaje de Camariñas
Una antigua leyenda nos habla de un joven marinero enamorado de una hermosa mujer, pero eran tan pobres que no se podían casar. Un día, soñando frente al mar, se le apareció una sirena que se enamoró de él y le invitó a ir con ella, sin embargo el joven le habló de su enamorada y del inconveniente que les impedía estar juntos. La sirena, compadeciéndose de los enamorados, le regaló una fantástica caracola que cada vez que su novia la escuchaba, le inspiraba a crear encajes y ésta los daba a conocer a sus vecinas.
Otra de las leyendas más conocidas con respecto al origen del encaje en Galicia, nos dice que uno de los muchos barcos italianos que pasaban frente a las costas de Camariñas naufragó debido al fuerte oleaje, siendo muy pocos los supervivientes. En agradecimiento a la ayuda prestada por la gente de estas tierras, que les dieron posada y comida, una dama italiana que viajaba en este barco, enseñó el arte de palillar a las mujeres de Camariñas, desde donde se extendió por toda la costa gallega.
De lo que no cabe duda, leyendas a parte, es que el intenso trasiego comercial entre Italia y Flandes a finales de la Edad Media pudo propiciar el origen del encaje en nuestro país, ya que los comerciantes italianos, además de vendernos sus encajes, dejaron modelos que las encajeras incorporaron a sus prácticas artesanales. Estos comerciantes fueron también los compradores de estas labores mucho antes de que las propias palilleiras se atreviesen a venderlo en las comarcas cercanas, según afirma Mario Gallego Rei en su estudio "Os encaixes" (Vigo,1989). Tampoco se puede olvidar la importancia que el Camino de Santiago tuvo para la introducción de variadísimos elementos culturales procedentes de toda Europa. Durante los siglos de su apogeo, reyes, nobles y una multitud anónima viajaron a Santiago donde dejaban sus ofrendas al Apóstol, para, en muchos casos, continuar hasta Muxía -localidad vecina de Camariñas- y Fisterra, donde tras pasar por las comarcas de Bergantiños, Vimianzo y Corcubión, alcanzaban el mítico Finisterrae.
La entrada de encajes flamencos que se produce desde finales del siglo XIV se evidencia en los inventarios realizados con motivo de visitas pastorales, en las que se cita la presencia de "encages de Flandes" en los ajuares ornamentales sagrados.
Existen referencias a piezas de encaje variado, en uso y tamaño, en inventarios y otros documentos de los siglos XV y XVI.
Antonio López Ferreiro, historiador y canónigo de la catedral de Santiago, da a conocer lo extendida que está esta artesanía en nuestras tierras cuando dice que en el siglo XV " ...Otra industria importante era la de los lienzos, pues llegaron a tejerse algunos muy buenos, como se aprecia por los que llevaban los nombres de Padrón, Coruña, Allariz y Neda, de los lugares donde se fabricaban. También se trabajaban buenos encajes, especialmente en Corcubión, Bergantiños y Mugia..."
Se puede deducir que no había pazo o rico ajuar que no estuviese dotado de buenos paños ornamentados con encaje.
Hacia 1520 El conde Fernando de Andrade partió hacia Flandes, para participar en las guerras que en esa época ocupaban a Europa, con muchos nobles gallegos y un numeroso ejército de la comarca de Pontedeume (A Coruña), donde se encuentra el castillo de los Andrade.
A su vuelta, estos hombres no sólo vinieron con modelos, muestras y encajes, sino que también regresaron casados con mujeres que conocían la práctica de esta labor. De esta manera se introducen nuevos modelos y técnicas que se expandirán fácilmente por el litoral norte gallego.
También se sabe que en el primer cuarto de este siglo y desde la villa de Muros, como probablemente desde otros puertos, partían barcos que hacían largos viajes a Portugal, Andalucía, Francia, Flandes, Inglaterra, Italia.., todos ellos lugares de trabajo o recepción de encajes.
Desde el siglo XV se había extendido el uso de encajes en vestimentas y ajuares, siendo en el XVI cuando la nobleza y clases más pudientes impusieron la moda de llevar encajes en las ropas, favoreciendo su definitivo desarrollo debido al aumento de la demanda. También las mujeres de la nobleza rural y de la burguesía tomaron como entretenimiento la elaboración de finos encajes.
Durante este siglo se suceden pragmáticas que intentan contener el imparable gusto por el lujo, llegando incluso Felipe II a prohibir el uso del encaje. Estas ordenes reales no parece que fueran muy acatadas ya que en el siglo XVII, y esta vez Felipe III, vuelve a prohibir su utilización, pero no por ello dejaron de utilizarse en puños, cuellos, velos, pañuelos, ajuares sagrados y domésticos. Sin embargo, hacia 1690 se detecta en España una importante disminución en la producción, debido sobre todo a la entrada de encajes extranjeros, franceses en su mayor parte.
Con la llegada de la dinastía borbónica se abre el siglo XVIII y un interés por parte del Estado en potenciar la economía nacional. Sin embargo, habrá que esperar al último cuarto del siglo para ver la primera planificación de la industria española en el "Discurso de la Educación popular" del marqués de Campomanes, publicado en 1774 y que supone un claro reflejo de los postulados ilustrados, proteccionistas y tendentes a paliar la deficitaria balanza de pagos española. En la advertencia preeliminar del discurso sobre el fomento de la industria popular, se refiere a la intención de promover esta industria por medio de las Sociedades Patrióticas de los Amigos del País, con la ayuda de Obispos, Cabildos, Comunidades eclesiásticas y párrocos de villas y aldeas, demostrándose que con la industria "gana la balanza del país industrioso sobre los rudos y faltos de artes".
Galicia ya contaba con una importante producción de lino, que fue la base del desarrollo de la manufactura de lienzos y encajes gallegos, llegando a tener que importarlo en el siglo XVIII. Hasta este momento el hilado se hacía con rueca, pero las transformaciones encaminadas al progreso del sector textil provocarán la potenciación del uso del torno, para obtener una mayor perfección en el hilado. Así, la Sociedad Económica de Amigos del País de Santiago, fundada en 1785, fabricó tornos y los repartió entre las artesanas, además de establecer escuelas para el aprendizaje de su funcionamiento.
Sin embargo, al carecer Galicia de una política aduanera propia, o que protegiera sus intereses, se mostraba indefensa ante el comercio extranjero o de otras zonas de la Península más desarrolladas. El Corregidor de Ferrol proporciona, en 1770, una lista de productos extranjeros que entran en los puertos del Departamento y entre otros datos dice "... De los Países del Norte, y otros del Mediterráneo entran en el Puerto del Ferrol, Embarcaciones Holandesas, Dinamarquesas, Suecas y otras, con Terciopelos, Damascos, Medias, Gorros, Encages, Hilo, Blondas y Puntas para mantos..."
Las dificultades para la expansión del comercio interior, debidas sobre todo a la fuerte competencia de otros centros encajeros, se ven agravadas por la precariedad del transporte y las vías de comunicación.
Aún así, en el siglo XVIII se produce una expansión de la manufactura del encaje de bolillos en Galicia. Se supone incluso que fue entonces cuando en Galicia se cambió el nombre de bordadora por el de encajera o palilleira.
La Iglesia también fue una gran consumidora de encajes, las piezas antiguas que en mayor cantidad han llegado hasta nosotros son las pertenecientes a ornamentos sagrados como frontales y manteles de altar, vestiduras sacramentales e indumentaria de imágenes religiosas. La iglesia se nutría de estos accesorios bien a través de ofrendas y donaciones - de particulares y de cofradías- o bien comprándolos, como podemos comprobar en la documentación que sobre la iglesia parroquial de Camariñas se conserva en el Archivo Histórico Diocesano de Santiago de Compostela.
En estos Libros de Fábrica, inventarios de las administraciones parroquiales, se puede ver la relación de compras de encaje para la iglesia de San Xurxo, desde el año 1737 al 1846. Piezas de encaje para vestiduras sacerdotales como albas, amitos, corporales, roquetes, cornijales ( que en estos textos llaman cormi-altares) También figuran en esta relación ornamentos para las vestimentas de las imágenes, como es el ejemplo de la cofeta o tocado de la imagen de Santa Mariña.
Datos relevantes referidos al encaje durante este siglo nos los proporciona el Catastro del Marqués de la Ensenada, ministro de Fernando VI. Se trata de un valioso censo realizado a mediados de siglo que contabilizaba las riquezas, bienes y población de los reinos de Castilla y León. Por él se sabe que, por ejemplo, en la ciudad de Pontevedra había 320 encajeras y 13 comerciantes de encaje (cifras reveladoras de que en esta época era el sector artesano más numeroso) y así mismo se menciona la existencia de maestras y oficialas, pese a carecer de un gremio regulador de la profesión. También se citan otras localidades productoras de encaje en la provincia como O Grove y la jurisdicción de Trasdeza.
Otra obra fundamental para el estudio de esta artesanía, es la realizada por el economista Eugenio Larruga, que en sus "Memorias políticas y económicas sobre los frutos, comercio, fábricas y minas de España", publicadas en Madrid entre los años 1787 y 1800, hace mención a diversos lugares en Galicia donde se hacía encaje y señala que "la mayoría de las mujeres se ejercitan en hacer encajes de hilo que ellas mismas preparan y que sirven para guarnecer ropas, pero no hay fábrica formal".
En 1786 la Junta General de Comercio y Moneda trata de establecer una serie de instrucciones dirigidas a todas las manufacturas españolas, con el fin de frenar el fraude que generaban comerciantes extranjeros en América vendiendo como suyos productos fabricados en España. Para ello, se dirige al erudito historiador y prolífico escritor José Cornide (1734-1803), quien ocupó diversos cargos públicos bajo el reinado de Carlos III, solicitando que complete la relación de manufacturas gallegas conocidas por la Junta. En este listado aparecen citadas Noia y Tui como lugares en los que se produce encaje.
En su respuesta, Cornide, refiriéndose al encaje señala : ..."Los encages bastos son ocupación de casi todas las mugeres de la costa desde esa Ciudad (A Coruña) hasta la Guardia (Pontevedra)..."
Estas cartas nos indican las acciones proteccionistas del estado ilustrado con respecto a las exportaciones y también sitúa la geografía del encaje por casi todo el litoral gallego.
Es en el último tercio del siglo XVIII cuando se abre para Galicia el mercado colonial, la emigración contribuyó en la penetración de los productos gallegos en los mercados americanos y existe un gran paralelismo entre la difusión del encaje y la geografía de la emigración.
El fenómeno migratorio constituye el aspecto más definitorio de la población gallega a partir, sobre todo, del siglo XIX. Se desconoce la magnitud de la emigración de la primera mitad de este siglo, que no debió de ser muy significativa debido al aumento de población que se registra en Galicia, pero a partir de la segunda mitad del siglo se produce un imparable éxodo que llevará a una gran cantidad de gallegos a Cuba, Argentina y México. Serán por lo tanto éstos, los principales destinos de los encajes gallegos.
La producción tenía que ser abundante por los datos que proporciona José Lucas Labrada, en su Descripción Económica del Reino de Galicia (1804), donde dice a cerca de Camariñas "...que en toda la jurisdicción se dedicarán unas trescientas mujeres a la fábrica de encajes ordinarios de hilo, que benefician dentro y fuera del país". También aporta datos referentes a otras localidades en las que se elabora encaje.
Por la abundante correspondencia conservada entre el importador de encajes Manuel Miñones, de Ponte do Porto (Camariñas) y la firma comercial argentina "Peña y Bernardo" se deduce que hacia finales del siglo XIX se ve incrementada la presencia de encajes en el mercado americano.
Estas cartas aportan, además, otros datos que revelan el aislamiento en cuanto a comunicaciones que sufría la comarca, la preferencia por las puntillas estrechas y la exigencia de calidad en los productos enviados. También nos informan de la fuerte competencia que existía, a partir de los primeros años del siglo XX, entre los exportadores gallegos y de otros centros encajeros, como Almagro o Cataluña.
En 1901, Francisco M. Balboa, gran comerciante de encajes de Muxía, señala en un artículo que en el partido judicial al que pertenece Camariñas ocho o diez mil mujeres y niñas se dedicaban a la elaboración de encajes. Aporta cifras referentes a la exportación que resultan elocuentes :
Cajas Kilos Destino Valor en PTS
63 5910 Cuba 403.882
45 4569 Argentina 192.163
6 720 México 46.690
5 575 Purto Rico 39.875
2 195 Chile 14.000
Estos datos muestran que el mayor volumen de ventas se realiza en Cuba, seguida de Argentina, y en menor medida en los otros países aquí señalados.
Con respecto a las ventas en Galicia, calcula que la cifra ascendía a 50.000 pesetas.
En el año 1905 las cifras se incrementan y Alfredo García Ramos facilita las siguientes cantidades :
Puerto Kilos Destino Valor en PTS
A Coruña 7518 Cuba 708.074
Vigo 544 Cuba 54.000
A Coruña 960 Argentina 76.000
Vigo 3585 Argentina 210.365
A Coruña 1336 México 90.189
De esta información se deduce que Cuba sigue siendo el país más consumidor de encajes, posiblemente debido al alza del precio del azúcar, y que del puerto de A Coruña sale más mercancía para Cuba y del de Vigo para Argentina.
Resulta interesante señalar las alusiones que hace García Ramos a cerca del fraude que se produce en el comercio americano, ya que según indica, se vendían encajes de otros lugares como si fueran de Camariñas.
Un escritor anónimo afirma en un artículo de La Voz de Galicia de 1914, tener casas abiertas en Buenos Aires, Río de Janeiro, San Juan de Puerto Rico y Nueva York, y enviar mercancías a Chile, Uruguay, Ecuador, Cuba y México. Dice que la producción de estos encajes generan en la comarca medio millón de pesetas anuales. Lo que nos indica la gran dimensión que alcanzaron las exportaciones en este primer cuarto de siglo.
Uno de los inconvenientes que, históricamente, ha venido sufriendo el encaje de Camariñas, ha sido la falta de organización, tanto en la producción como en la distribución, así como la carencia de una cobertura legal o jurídica que ampare al sector.
Desde la Edad Media se sucedieron intentos para regular las producciones artesanas, la gran cantidad de ordenanzas y pragmáticas reales que se promulgaron, son buena prueba de ello. También la Ilustración se propuso establecer una serie de medidas que favoreciesen el desarrollo de las artesanías y la racionalización de su producción. Ya comenzado el siglo XX, en el año 1915, se crean en Madrid una Junta y un Taller Central de Encajes, dirigidos por la Condesa de Pardo Bazán y la Marquesa de Figueroa, entre otras, que tenía como objetivos la creación de un consejo técnico, la realización de diseños típicamente españoles, la comercialización del encaje en el extranjero e iniciar proyectos de propaganda. Incluso visitaron al Ministro de Fomento "para pedir subvenciones para el establecimiento de industrias encajeras".
Sin embargo estas medidas poco influyeron en el sector encajero de Camariñas que, debido a la fuerte centralización estatal, prácticamente no se benefició de estas iniciativas.
En estos años, la revista madrileña Nuevo Mundo se interesó por la realidad del encaje gallego y ofreció una serie de reportajes que aportan una valiosa información. Así se sabe, por ejemplo, que el salario medio de una palillera en 1914 era de unos seis reales diarios, que los encajes de Camariñas se hicieron imprescindibles, debido a su aceptación, en los comercios argentinos, cubanos y mexicanos, hace referencia a que los encajes gallegos son elaborados por mujeres de diferente clase social, a diferencia de otros lugares en los que las mujeres dedicadas a esta labor son, sobre todo, de clase media. Entre otras noticias, también hace referencia a las consecuencias que originó el estallido de la primera contienda mundial.
La Primera Guerra Mundial provocó que países productores y exportadores de encaje como Alemania, Francia, Inglaterra, Países Bajos y Bélgica, entre otros, tuviesen que abandonar la producción debido a las circunstancias. De esta situación sacaron provecho los encajes de Camariñas y de otras zonas de la Península, que mejoran su situación en los mercados nacionales, europeos y en América.
Sólo en la provincia de A Coruña había en 1921 más de veinte mil mujeres y niñas dedicadas al encaje y un año antes, se vendió mercancía por más de tres millones de pesetas, recibiendo Cuba las dos terceras partes del total.
Esta situación de bonanza se mantuvo hasta los años 1926 y 1927, fechas en las que las exportaciones a América descendieron a niveles insignificantes. Las razones fundamentales para esta pérdida de mercado fueron el cambio de moneda en varios países de aquel continente, la revalorización de la peseta y las crisis comerciales que sufrieron Argentina y Cuba durante aquellos años.
Las siguientes décadas, con la Guerra Civil Española y la Segunda Guerra Mundial, también supusieron una recesión en el encaje gallego por las consecuentes crisis económicas, la falta de poder adquisitivo y por la pérdida de los canales tradicionales de distribución. Aún así, la producción no llegó a paralizarse, ya que se seguía abasteciendo al mercado interior.
La dictadura del general Franco fomentó la revalorización de las artesanías nacionales y se tomaron beneficiosas medidas para la promoción del encaje de Camariñas y para mejorar la precaria situación económica de las palilleras. Se organizaron exposiciones en las que estaba presente el encaje camariñán y, en 1948, la Sección Femenina creó el Taller de Capacitación Profesional de Juventudes de Camariñas. Como bien señala Xosé Luis Blanco Campaña, esta escuela supuso no sólo el que muchas mujeres aprendieran la técnica del encaje, sino también el reconocimiento de la importante labor de las palilleras.
Este taller estuvo en funcionamiento ininterrumpidamente hasta 1978.
A partir de 1970 se produce un resurgimiento de la artesanía y un importante incremento de la producción. A finales de esta década se celebraron en el Museo Provincial de Pontevedra dos exposiciones que colaboraron notablemente al conocimiento y difusión del encaje entre la población ajena al entorno de Camariñas.
El erudito y escritor Xosé Filgueira Valverde, director del museo en aquel momento, escribió al respecto :
"La Exposición de Encajes de Camariñas constituyó una agradable sorpresa, sin duda es una de las más motivadoras que lleva instalado hasta ahora el Museo. El número y variedad de piezas y el mundo de sus utensilios de trabajo, en sus diferentes fases, hacen comprender nítidamente la parte popular de las palilleiras"
Desde comienzos de 1980 los encajes han estado presentes en, prácticamente, todas las exposiciones, ferias y muestras de artesanía gallega. Al mismo tiempo que surgen nuevos talleres y asociaciones de artesanas que organizan cursos, exhibiciones, encuentros, etc., sin olvidar el apoyo institucional que, sin duda, resulta necesario para la consolidación y promoción del sector encajero de Camariñas. Cabe señalar al respecto la importancia de la promulgación de la Ley de Artesanía de Galicia, en 1992, que supuso :
Establecimiento de las zonas de interés artesanal.
Regula el registro y talleres artesanos.
Se crea un certificado de calidad artesanal.
Se constituye la Comisión Galega de Artesanía.
La creación del Centro Galego de Artesanía e o Deseño por la Diputación de Lugo.
En la actualidad el encaje de bolillos sigue siendo una actividad de gran importancia para la economía local y es creciente el numero de artesanas que se dedican a esta labor. De esta manera también se contribuye a mantener viva una tradición secular que enriquece el patrimonio cultural de nuestro país.
En cuanto a la organización de la producción, ya se ha señalado que el sector encajero gallego careció tradicionalmente de una estructura que favoreciese su desarrollo y, sobre todo, que protegiese a las artesanas. En un principio era una actividad doméstica que proporcionaba unos ingresos fundamentales en épocas en las que, debido al mal tiempo, los marineros no podían hacerse a la mar y por lo tanto, escaseaban los ingresos. Las labores realizadas se vendían en los mercados o ferias locales.
En el momento en que aumenta la demanda y la producción, aparece la figura del llamado "acaparador" o intermediario y las artesanas pierden el control de su propio trabajo sometiéndose a los encargos y precios que estos comerciantes les imponen.
En un artículo publicado en la voz de Galicia, en 1917, se puede leer "...Tanto más pasmoso es aquel resultado - del cual si la numerosa mayoría de las palilleras se da cuenta, pues quien rige el negocio son los opulentos acaparadores y las diestras "tratantes" o maestras de taller- tanto más cabe ponderarlo, cuanto que la industria es imperfecta y carece desde el punto de vista industrial de verdadera organización..."
Ninguna palilleira se enriqueció con su trabajo, sin embargo muchos intermediarios vieron crecer su patrimonio.
Los encajes que en mayor cantidad se elaboraron, fueron la puntilla y el entredós. Hasta bien entrado el siglo XX se utilzó la vara como medida de longitud, que en Camariñas equivale a ochenta centímetros.
Se podían contabilizar hasta casi un millar de diseños diferentes, los más utilizados y multitud de variantes. Con el tiempo y, en parte, motivado por el mercado, se han perdido una gran cantidad de ellos, sobre todo los de factura más laboriosa y de hilo más fino. Muchos diseños de las labores de encaje tenían nombre propio y hasta nosotros han llegado los que aún se hacen en la actualidad : maravilla, ganapán, Simona, gitana, fieita, rosario, peineta, eses, flor, corredor de Camelle, picos, ramo, corazón, berberecho, tambores, carretera de Muxía, etc.
Capítulo a parte merece el singular modo de trabajar de las palilleiras, que no lo hacían individualmente, sino reunidas en una casa que era taller, escuela y hasta lugar de diversión.
LAS PALILLADAS:
Las "palilladas", también llamadas "escolas" eran reuniones de mujeres que se congregaban en la casa de una de ellas, en una habitación llamada "sala", para hacer encaje. Su origen se desconoce, pero se sabe que se remontan a varios siglos .
Comenzaban en el mes de septiembre y finalizaban en marzo, de manera que coincidían con la época de menor actividad agrícola ; se hacían de lunes a sábado y ocupaban todo el día hasta la madrugada. Los domingos se fregaba la escuela y se acostumbraba a lavar los palillos y llenarlos de hilo para no perder tiempo durante la semana. Asistían palilleiras de todas las edades y a las niñas pequeñas, para que no perdiesen el tiempo yendo a casa, sus madres les llevaban la comida a la palillada.
Todas las palilleiras estaban dirigidas por una de las más viejas. Colocaban un banco de madera en el centro de la sala y se sentaban en el suelo, con las piernas cruzadas y apoyando las almohadas en el banco. La palilleira que estaba comprometida se situaba en una esquina con un banquito para que pudiese hablar con su enamorado. Las mayores, a las que se tenía gran respeto, se sentaban a un lado del banco y las más jóvenes frente a ellas, siendo costumbre en muchas palilladas que las madres se sentasen al lado de sus hijas.
A las palilleras que se dedicaban enteramente a la labor del encaje, se les llamaba "caseteiras" porque no tenían que atender a labores agrícolas o a los animales ; las que vivían de las labores de la tierra solamente palillaban por la noche o cuando hacía mal tiempo.
Casi todas las palilleiras hacían una tarea que tenían que terminar en el día, consistía en un determinado número de puntillas o prendidos. Algunas ancianas recuerdan los diversos castigos a que eran sometidas si no terminaban su labor y en muchas ocasiones palillaban hasta el amanecer.
Uno de los principales motivos que justificaba la existencia de estas palilladas era el ahorro de energía ; por aquel entonces se utilizaba la luz de carburo o el candil de gas, que pagaban entre todas las mujeres. Estas fuentes de luz desaparecieron con la llegada de la energía eléctrica. En algunas palilladas las mujeres que se situaban más cerca de la luz tenían que pagar más que las otras. Por otro lado, la palilleira rinde más trabando en compañía y también se sacaban el sueño unas a otras. Eran tradicionales las largas conversaciones y entonar diversas cantigas.
A pesar de ser tiempos difíciles también había momentos para la diversión. Los jóvenes tenían su día de cortejo -días distintos según las aldeas- y se organizaban bailes durante toda la temporada, siendo los más sonados los de carnaval. La música solía ser de pandereta y acordeón y se bailaban muiñeiras, mazurcas, pasodobles, valses y jotas gallegas, y cuando no había instrumentos usaban conchas, cucharas o botellas de anís. Antes de comenzar el baile los mozos estaban fuera, cantaban una copla y les respondían las palilleiras desde dentro de la sala.
Una vez dentro los mozos, las palilleiras entonaban canciones infantiles que se prestaban para sacarlos a bailar, jugando a la rueda.
Las palilladas regían, en cierto modo, la vida cotidiana de la comarca, como lo hacían "las fiadas" en los lugares en los que se hilaba el lino, aunque de éstas últimas se tienen noticias que revelan un carácter más descarado.
Las palilladas han pervivido hasta nuestros días y aunque han perdido en parte su antigua naturaleza, siguen siendo un punto de encuentro para las palilleiras y una escuela para las aprendizas.
LOCALIZACIÓN DEL ENCAJE DE CAMARIÑAS
Como ya se ha señalado anteriormente, se denomina Encaje de Camariñas a todo el realizado en la comarca a la que esta villa pertenece, podría decirse, incluso, que todo el encaje gallego se conoce por esta denominación. El motivo, según los investigadores de esta artesanía, se debe a que en los momentos de mayor exportación, los comerciantes intermediarios eran casi todos naturales de este ayuntamiento y por generalización perduró tal calificativo.
Las zonas encajeras se localizaban fundamentalmente en el litoral y en cada lugar se producían diferentes tipos de encaje, pañuelos, puntillas estrechas, puntillas anchas, un diseño concreto, hilos de diferente grosor, etc. A continuación señalamos los municipios productores de encaje de bolillos más importantes de la provincia de A Coruña :
Camariñas (Arou, Camariñas, Camelle, Santa Mariña, Ponte do Porto, Xaviña), Muxía (Leis, Merexo, Muxía, Os Muíños), Vimianzo (Braño, Carantoña, Carnés, Cereixo, Tufións, Vimianzo), Cabana, Carnota, Corcubión, Dumbría, Fisterra, Laxe, Muros, Noia Santa Uxía de Ribeira, Betanzos y Santiago de Compostela.
En el resto de Galicia, se elaboraban encajes en la provincia de Pontevedra y en las zonas de Fonsagrada y Viveiro en Lugo.
Presencia del encaje de Camariñas en grandes exposiciones :
Exposición de productos naturales y manufacturados de La Coruña. A Coruña, 1878. En esta exhibición destacaron las labores de bordados, encajes y pasamanerías.
Exposición Universal de Barcelona, 1888.
Se concedió medalla de oro y diploma a José Pardiñas "por muestras de encajes".
Exposición Universal de París, 1889.
Se concedió diploma conmemorativo, sección Encajes, a José Pardiñas.
Exposición de encajes y lencería de los Amigos del Arte. Madrid, 1915.
En la que estuvo presente el encaje gallego.
Exposición Regional. Santiago, 1949.
Concurrieron encajes de toda Galicia.
Exposición de Encaixes de Camariñas. Museo Provincial de Pontevedra, 1978 y 1979.
Esta exposición sirvió para "descubrir" y potenciar la difusión del encaje en Galicia.
Exposición de Alta Lencería en Encaixes de Camariñas. Galería Citania. Santiago de Compostela, 1980.
Supuso la entrada, por vez primera, del encaje de Camariñas en una galería de arte.
I Muestra Nacional de Encaje de Bolillos de España. Almagro (Ciudad Real), 1980.
La presencia de encaje de Camariñas en esta exposición fue notable, aportando doscientas piezas. Entre todas destacaron varias del siglo XVI, aportadas por Angélica Miñones; otras del siglo XVII fueron facilitadas por la parroquia de San Xurxo de Camariñas.
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